Época: Arte Español Medieval
Inicio: Año 1250
Fin: Año 1450

Antecedente:
El arte mudéjar

(C) Gonzalo Borrás



Comentario

Si todas las manifestaciones artísticas utilizan un lenguaje formal, que ha de ser caracterizado con precisión con el fin de facilitar la adscripción de cualquier obra a una época y a un estilo determinado, en el caso del arte mudéjar las discrepancias en el análisis y valoración de los elementos formales que integran esta nueva expresión artística, procedentes unos de la tradición islámica y otros de la tradición occidental, han dificultado su caracterización artística, lo que ha provocado fuerte controversia sobre el carácter mudéjar de determinados monumentos.
En relación con los contenidos del arte mudéjar se ha procedido tanto por exceso como por defecto. Por exceso, porque se han calificado de mudéjares obras cristianas, en las que solamente aparecen de forma aislada y esporádica algunos rasgos formales o influjos de arte islámico. Determinado afán de mudejarismo ha causado enormes daños a la precisión de los contenidos del arte mudéjar.

Por defecto, porque se ha negado el reconocimiento de mudéjares a monumentos que lo son; esta negativa se ha fundamentado en ocasiones por encontrar en ellos excesiva islamización, clasificando como musulmanes a monumentos realizados en la España cristiana, lo que es un despropósito histórico; como ejemplo, se puede mencionar la sinagoga de Santa María la Blanca en Toledo, que Torres Balbás situaba en el epígrafe del arte almohade. En otras ocasiones, sin embargo, la negativa a reconocer el carácter mudéjar de determinados monumentos se debe a que no se advierte en los mismos suficiente islamización; tal vez el caso más frecuente y conocido sea el mudéjar leonés y castellano viejo de los siglos XII y XIII, que algunos prefieren considerar simplemente como románico de ladrillo o como arquitectura de ladrillo.

Ya desde el discurso académico de Amador de los Ríos en 1859 el arte mudéjar quedaba desmido por la conjunción de elementos artísticos cristianos y musulmanes. Amador de los Ríos utilizó expresiones tan brillantes como "maridaje de la arquitectura cristiana y de la arábiga, singular consorcio, prodigiosa fusión entre el arte de Oriente y el arte de Occidente" y otras similares. Pero desde entonces más que insistir en el carácter de síntesis de estos elementos formales cristianos y musulmanes, que da lugar a una nueva expresión artística, diferente de los elementos que la integran, los estudiosos del mudéjar se han dedicado a una disección de laboratorio para cuantificar y valorar dichos elementos artísticos por separado. Esta actitud analítica y disgregadora ha dañado profundamente la interpretación del arte mudéjar. Que el historiador no separe lo que el arte ha unido.

De buen grado obviaríamos, pues, el análisis de los elementos formales del arte mudéjar. Pero una lectura incorrecta del texto de Amador de los Ríos ha desvirtuado por completo este análisis y ha conducido a una sobrevaloración de los elementos cristianos en el arte mudéjar. El padre historiográfico del mudéjar no advirtió ningún desequilibrio a favor del arte cristiano o del musulmán en esta valoración de los elementos formales; según Amador de los Ríos el arte mudéjar en unas ocasiones utiliza como formas principales las del arte ojival a la sazón floreciente y como ornamentales las del arte mahometano, pero añade inmediatamente que en otras ocasiones sigue en todo opuesto sistema, es decir, sucede al revés.

Fue Vicente Lampérez, seguido ovejunamente por gran parte de los historiadores posteriores, quien se olvidó por completo del opuesto sistema de Amador de los Ríos, al generalizar que el arte mudéjar utiliza siempre estructuras cristianas y ornamentación islámica, distorsión esencial a la que se sobreañade el prejuicio estético occidental de considerar lo estructural como elemento principal y lo ornamental como elemento secundario. De esta consideración de Lampérez deriva el entuerto interpretativo del arte mudéjar.

Por esta razón todo análisis actual de los elementos formales del arte mudéjar necesariamente debe enfatizar dos extremos: 1) que la ornamentación no es un elemento secundario sino primordial del arte mudéjar, ya que juega el mismo papel que en el arte islámico; 2) que el arte islámico ha aportado elementos estructurales decisivos a la formación y desarrollo del arte mudéjar.

Respecto de la ornamentación no parece necesario insistir en que constituye el principio esencial de todas las manifestaciones artísticas del Islam; tanto la arquitectura como los más diversos objetos islámicos van revestidos de decoración, cualquiera que sea la escala o el material empleado; por esta razón en el arte mudéjar ha pervivido el factor fundamental del arte islámico: lo decorativo.

Pero en la consideración de la ornamentación mudéjar no hay que atender solamente a delectar los motivos formales de tradición islámica, como son los elementos vegetales estilizados -el ataurique-, los elementos geométricos -los lazos y las estrellas- y los elementos epigráficos -cúficos o nesjíes-. Es tan importante o más tener en cuenta los principios compositivos de la ornamentación islámica, tales como los ritmos repetitivos, el revestimiento total de las superficies, el diseño que no reconoce limites espaciales. La gran versatilidad y enorme capacidad de asimilación formal del arte mudéjar, actitudes creativas heredadas del arte islámico, permitirán incorporar al repertorio ornamental mudéjar una rica variedad de motivos procedentes del arte cristiano -toda la flora naturalista gótica, por ejemplo-, pero estos motivos ornamentales cristianos reciben en el arte mudéjar un distinto tratamiento y composición, de acuerdo con el sistema rítmico de la tradición islámica.

Así, pues, si el influjo del Islam en la ornamentación mudéjar no se agota en el repertorio ornamental sino que afecta a todo el sistema compositivo cualesquiera que sean los motivos utilizados, tampoco la aportación islámica al arte mudéjar puede reducirse exclusivamente a lo ornamental sino que se extiende considerablemente a los elementos estructurales, el opuesto sistema de Amador de los Ríos.

Bastará con citar dos ejemplos básicos de estructuras arquitectónicas mudéjares que proceden de la tradición musulmana. En primer lugar, recordemos la estructura de numerosas torres-campanario de Aragón, formadas por un cuerpo de alminar al que se le ha superpuesto en la parte alta un cuerpo de campanas; ninguna otra estructura mudéjar refleja de forma tan diáfana la estructura de la sociedad de la época que la creó. En efecto, tanto las torres mudéjares aragonesas de planta cuadrada, como las de planta octogonal, están formadas por dos torres, una envolviendo a la otra, con la caja de escaleras entre ambas, y la torre interna dividida en estancias superpuestas, al igual que la estructura de la Giralda de Sevilla, hasta que se accede en la parte alta al cuerpo de campanas, ya de tipología cristiana.

Otro de los elementos estructurales de raigambre islámica, fundamental en el sistema de la arquitectura mudéjar, son las armaduras de madera para cubierta, tanto las de par y nudillo como las de limas. Este sistema de cubierta, más ligero de peso aunque por otra parte con más riesgo de incendios, carga por igual sobre los muros y permite un sistema mural más indiferente a la estructura y mucho menos articulado que el de la arquitectura gótica coetánea. Fernando Chueca ya subrayó con clarividencia que las armaduras de madera constituyen uno de los hallazgos estructurales más felices del arte mudéjar, que además tiene una gran pervivencia en la Edad Moderna tanto en la arquitectura hispánica como en la hispanoamericana.

Por lo que se refiere a los elementos cristianos del arte mudéjar, con frecuencia sobrevalorados en la historiografía tradicional, se deben en primer lugar a que los comanditarios del arte mudéjar son mayoritariamente cristianos y por lo mismo la función arquitectónica y la tipología subsiguiente son cristianas; hay un predominio de la arquitectura religiosa cristiana en el arte mudéjar, con las notables excepciones ya conocidas de sinagogas y mezquitas mudéjares. Si a lo largo de la historia el arte islámico se ha caracterizado por su asombrosa capacidad de asimilación de las formas artísticas de los pueblos dominados, incorporando a la arquitectura islámica numerosas tipologías y formas artísticas de otras culturas, no es de extrañar que sometidos ahora al dominio político cristiano la capacidad de adaptación se incremente; porque ahora, además, ya no se trata de adaptar tipologías arquitectónicas de otras culturas a las funciones arquitectónicas del Islam, sino más simplemente de poner un sistema de trabajo musulmán al servicio de unas necesidades y de unos comanditarios cristianos.

Lo que sucede es que el resultado de este trabajo ya no es arte occidental cristiano sino arte mudéjar, porque se produce una nueva expresión artística, una verdadera síntesis de los elementos artísticos musulmanes y cristianos, una nueva unidad estética, como ha defendido Guillermo Guastavino.